viernes, 24 de febrero de 2012

Tragedia de Once: Criminales y Parásitos

Resulta verdaderamente difícil esbozar algunas líneas sobre la tragedia ferroviaria de Once sin que las mismas reflejen la bronca incontenible y el profundo dolor por la pérdida de vidas humanas.
Sobre todo cuando hay que lidiar con lo que constituye una verdadera provocación de parte de los titulares de la concesión del servicio ferroviario del Sarmiento, la casta parasitaria de los Cirigliano, que salieron a decir ni bien ocurrido el accidente y con los cadáveres aún tibios, que el servicio del Sarmiento es “aceptable”.
A eso no hay que dejar de sumarle el patetismo del Secretario de Transporte Schiavi, delirando ante los medios sobre lo que podría haber sido esa masacre de trabajadores si el accidente hubiera ocurrido un feriado... Demencial.

El cuerpo de delegados del Sarmiento, combativo, antiburocrático y enfrentado a la patota criminal de Pedraza, viene sosteniendo incansablemente en cada intervención pública a través de sus principales representantes y dirigentes como Sobrero y Reynoso, que el servicio que brinda la línea Sarmiento es malo, ineficiente y riesgoso, precisamente porque su concesionario, Cirigliano, está llevando a cabo una política de desinversión y vaciamiento, al tiempo que embolsan mensualmente los siderales subsidios que les transfiere el Estado Nacional.
La catástrofe fue posible gracias a un mix imbatible de codicia empresaria, corrupción institucionalizada e inoperancia en la gestión de lo público.
Finalmente, la denuncia profética de Sobrero y Reynoso se cumplió y hoy hay que lamentar la pérdida de 50 seres humanos.

Pero también constituye una nueva -y espero que última- oportunidad para que nos detengamos a pensar qué ferrocarriles y qué servicios de transporte público queremos en nuestro país.
Ya ha sido demostrado con creces que los empresarios operan los servicios públicos con un criterio cuasi colonial, extractivo y parasitario, que desprecia la vida humana, y que pondera la maximización de beneficios incluso a costa de poner en riesgo la vida de las personas que los utilizan.
El replanteamiento deberá comenzar por la redefinición de lo que constituye un servicio público, en donde lo que habrá que definir es si toleraremos que los mismos sigan constituyendo el botín de un puñado de criminales (o en el mejor de los casos, un negocio en el que operan con un criterio orientado a la obtención de ganancia), o si bien, queremos que los servicios públicos del país estén orientados a satisfacer las necesidades de los ciudadanos en su mas amplio sentido. En relación al transporte, esto es; viajar seguro, cómodo y llegar a destino al menor costo posible que el Estado pueda garantizar.

El papel del estado en esto es fundamental e indelegable. Deberá renunciar a su actual rol de subsidiario de la ganancia empresaria, y convertirse en actor protagonista, poniendo bajo su órbita la operación de los ferrocarriles constituyéndose en el garante financiero de su funcionamiento.
Y también ha quedado demostrado que son los propios trabajadores y los usuarios, mejores que nadie, los que están en condiciones de garantizar que la operatividad de los mismos sea eficiente y segura.
Este potencial esquema de gestión puede suscitar ciertos temores en relación al riesgo de una distorsión en los roles de cada actor y, fundamentalmente, en cuanto a una posible burocratización de las estructuras encargadas de llevarlo a cabo, pero ello no implica objeción alguna a la indiscutible necesidad de arribar a una nueva forma de gestión de lo público, moderna, innovadora y democrática, que integre a los actores sociales involucrados y garantice un óptimo funcionamiento del transporte público nacional.
Reestatización de los ferrocarriles bajo control de sus trabajadores y de los usuarios debiera ser la consigna que sintetice las implicancias del debate urgente y necesario que como sociedad debemos darnos.


MS

jueves, 23 de febrero de 2012

El Kelper tiene quien le escriba

Esta semana un grupo de intelectuales, aparentemente de procedencia argentina, ha publicado un documento postulando “una versión alternativa sobre Malvinas”.

Generalmente uno tiende a pensar que existen ciertos límites que los cegados por el resentimiento no están dispuestos a atravesar cuando ejercen su antikirchnerismo, pero claramente este no es el caso.
Los multimedios que publicaron dicho documento contribuyeron a militar su difusión aprovechando el carácter provocador y desafiante del mismo, en sintonía con lo que al parecer consideran un golpe a la política oficial, apoyada en gran parte por sectores de la oposición. También, -hay que decirlo- tuvieron la bruta cortesía de nombrar “intelectuales” a un grupo de escribas entre los que se hallan Jorge Lanata, Pepe Eliaschev, Gustavo Noriega y el diputado y profesor de gimnasia Iglesias. Todo un detalle.
Revestiría cierta gravedad si no fuera porque se trata de una expresión de un grupo marginal de rabiosos antioficialistas, y que no tiene correspondencia en el seno de la población.

Puntualmente, el documento hace un llamado a respetar un criterio de autodeterminación de los que habitan las islas “por generaciones”, incluso “antes de que nuestros ancestros llegaran” a la Argentina como inmigrantes. Dicen respecto a los kelpers que “respetar su modo de vida implica abdicar de la intención de imponerles una soberanía, una ciudadanía y un gobierno que no desean”.
¿Ninguno de los que suscribe el documento pensó quizás que jamás desearán tener otro gobierno que no sea el inglés, precisamente porque constituyen una población inglesa transportada hacia un territorio de ultramar para ocuparlo? Al parecer no.

No hacen falta demasiadas luces para advertir que el criterio de “autodeterminación” de las poblaciones resulta obsoleto al pretender aplicarlo en territorios usurpados.
Sucedió algo similar en Gibraltar en 1967 cuando se llevó a cabo un circo electoral que simuló ser un plebiscito para definir la suerte de la población del peñón que, naturalmente y para sorpresa de pocos, decidió mantener el vínculo colonial con Gran Bretaña. En 1968 una resolución de la ONU, (al parecer, órgano patriotero y chovinista al servicio de la intempestiva España) hace caso omiso del resultado de dicho plebiscito y vota a favor de que se reintegre dicho territorio a España, reconociendo su soberanía sobre éste.
Solo una estupidez sin límites dejaría de advertir que una potencia colonial, generalmente, tiene la precaución de ocupar sus territorios conquistados, en mayor o menor medida, con su propia gente, la que será portadora de los rasgos consuetudinarios, culturales e identitarios de la nación de la cual provienen. Esto constituiría una característica necesaria para que una colonia se precie de ser tal.
La otra opción es el sometimiento y la coerción de las poblaciones originarias. Pero ese no es el caso de Malvinas.
Es por ello que la propuesta que enarbolan en dicho documento, como si se tratara de una innovación lúcida, moderna y despojada de concepciones arcaicas, se constituye de hecho en una legitimación del colonialismo en pleno siglo 21.

Aunque para los afiebrados demócratas eurocentristas que suscriben dicha propuesta suene poco simpático admitirlo, cuando se discute soberanía, importa poco la opinión de los que cumplen la tarea de ocupar el territorio en nombre del colonizador.
Insólitamente, pretenden subordinar la soberanía a los “deseos” de los kelpers, es decir, los derechos legítimos sobre un territorio a los deseos que tengan sus ocupantes de entregarlo.

Al parecer, este grupo autóctono de filobritánicos, justifican tamaña claudicación a la corona por temor a claudicarle al fantasma del nacionalismo patriotero, del que se apuran acertadamente a escapar despavoridos. Es decir que temiendo claudicarle al fantasma del nacionalismo chovinista del que -aseguran- fuimos víctimas hace 30 años, optan por claudicarle al imperio británico. Esa constituiría la "visión alternativa" sobre Malvinas que tienen para ofrecernos.
Y no por descabellado que parezca deja de ser tristemente cierto: Ni bien fue publicado el documento, fue reproducido por medios británicos como el telegraph, en lo que fue entendido como un guiño a las pretensiones coloniales inglesas siendo hábilmente presentado como la demostración de que, en el plano político nacional, existían grietas respecto a la causa Malvinas y que por ende, no constituía una verdadera y sólida “política de estado”.

Ciertamente es lamentable y patético que un grupo de opositores al gobierno –y que están en su pleno derecho de ejercer la mas intransigente de las oposiciones- por impotencia o resentimiento, se constituyan de hecho en una comisión argentina de defensa de los intereses británicos, y sean los artífices de un destello de cipayismo cuyo propósito fue el de amplificar la pretensión de los kelpers sobre parte de nuestro territorio nacional ocupado.
Pero el hecho de que lo hagan sosteniendo argumentos tan limitados y precarios, debiera también servir como indicador de su impotencia intelectual y de la estrechez de sus horizontes.

Las Malvinas estarán mas cerca de ser recuperadas en tanto se constituya efectivamente en una causa nacional, se difunda masivamente su historia y con ello, las razones histórico-geográficas que sustentan los reclamos nacionales sobre dicho territorio.
Considero que la educación y la concientización, acompañada por una política de estado coherente y sostenida en el tiempo en el campo diplomático, mas una respetable capacidad de disuasión en materia de defensa, son constitutivas de una estrategia anticolonial que tenga ciertas perspectivas de éxito en el mediano o el largo plazo.
Es en ello en lo que debemos abocarnos.

MS

viernes, 17 de febrero de 2012

Eliaschev: Persistir en la banalidad

Hace unos meses, bajo el título de "Infelicidades", Pepe Eliaschev publicó en Perfil una autentica y demencial apología del ajuste. Costaba leerlo, les aseguro. Sobre todo porque algunos aún se refugian tras la desvencijada etiqueta del progresismo y la socialdemocracia, lugares los cuales -aparentemente- resultan ser los mas propicios para maquillar sus claudicaciones.
En esa editorial del día 6 de Noviembre, Eliaschev no ahorra tinta en aproximaciones de amateur y sin sustento para justificar su propuesta "progre" ante un escenario de crisis económica global. A saber: "...Trabajar más horas por día y/o más días por semana, pagar más impuestos, recortar franjas del gasto público corriente, jubilarse más tarde, evitar que los salarios crezcan más que la inflación y los precios, y administrar de manera más prudente el ejercicio de ciertos derechos sociales". López Murphy seguramente no quisiera compartir un espacio político con un militante de la ortodoxia tan radicalizado y de tan precario tacto político.

Eliaschev no dice a qué racionalidad invoca para despacharse con su sanata conservadora, y sólo -para justificar su moción de ajuste- evoca a la Revolución Cubana y a los recientes recortes de beneficios sociales que se llevaron a cabo en algunos sectores sociales para dar oxígeno a una economía que padece mas la asfixia del burocratismo que las limitaciones económicas en sí mismas. Tampoco sospecha siquiera que una pudiera ser producto de la otra. Todo es lo mismo.
Nuestro amigo persiste en su banalidad de escriba pudiente, cuando insiste en señalar que el capitalismo -como lo hizo en el programa de televisión del cual es panelista en Canal 26- es sin dudas un sistema exitoso porque supo prevalecer por sobre las experiencias socialistas, ya sean las soviéticas, como las chinas o las vietnamitas.
En resumidas cuentas, el capitalismo es exitoso por el nada despreciable mérito de reinar sobre la faz de la tierra como amo y señor de todos los mortales. Efectivamente el mundo es un lugar maravilloso en el cual los desnutridos que lo habitan aún no tuvieron la posibilidad de enterarse.
Al 2005, 1400 millones de seres humanos vivían con menos de 1,25 dólares diarios. Estos datos son arrojados por la ONU y no por Raul Castro. Otro dato desalentador para nuestro converso y apologista de la libre empresa, es que, en todo el mundo, 1 de cada 5 trabajadores y sus familias, viven en la pobreza extrema.
La pregunta que deberíamos hacernos ahora es, ¿por qué nuestro sensible demócrata no se conmueve ante tamaña injusticia?
Pepe Eliaschev no puede detenerse en esos detalles sin necesariamente cuestionar al capitalismo como sistema económico global, algo que evidentemente, no le interesa demasiado hacer.

En esta época de crisis global capitalista, opta por profundizar su claudicación de arrepentido, de la mano de los socialdemócratas europeos (como aquellos del PSOE), taladrando con la retórica del ajuste a partir de la apelación a una especie de criterio universal económico. Nada mas despolitizante para el agitador empedernido del "acuerdo" y del "consenso". Eliaschev está convencido de que la economía es, en efecto, una esfera que se ubica por encima de la política, y que las determinaciones de ésta son adoptadas bajo un criterio de racionalidad "técnica" que no admite incumbencia política de ningún tipo. A partir de dicho axioma, el neoliberalismo pudo llevar a cabo las denominadas "reformas estructurales", la desrregulación financiera y los desmantelamientos productivos.
Cinismo o estrechez intelectual, a esta altura da lo mismo. Eliaschev corona su ya lejana renuncia a las causas populares haciendo fuerza para erigirse como paladín autóctono de los intereses de la selecta minoría de parásitos que tienen el privilegio de vivir del trabajo ajeno. Su actitud de converso resentido lo lleva a persistir en la banalidad argumentativa y en la superficie del pensamiento: ha perdido el interés por un verdadero debate político y se ha prestado a hacer el trabajo sucio como triste justificador de los ajustes que se descargan en el mundo entero sobre las espaldas de los trabajadores.

Hace pocos días, Eliaschev volvió embelezado de su viaje por Israel. Entre loas a la profunda libertad que se respira en la tierra prometida, el demócrata incomprendido olvidó mencionar las innumerables denuncias que pesan sobre el estado israelí por la aplicación de la tortura a detenidos acusados de "terrorismo". La ONU y Amnesty Internacional (organización stalinista si las hay) vienen advirtiéndolo sistemáticamente, pero al parecer aún no gozan de una credibilidad suficiente para ser tomadas por serias por nuestro amigo periodista. Patético y lamentable.

Sinceramente resultan indignantes los sucesivos intentos de algunos periodistas de instaurar -cantando a coro- un criterio de normalidad despolitizado y ajeno a cualquier ejercicio de crítica que tenga como horizonte cuestionar el actual estado de cosas y en particular las actuales relaciones de dominación. Se trata de una permanente e incansable operación superestructural, en el plano de la conciencia de los individuos, que tiene como propósito apuntalar un ya desvencijado statu quo. Fuerza de choque reactiva y conservadora, defienden aquellos intereses particulares y ciertamente poderosos que no conviene desenmascarar para no lesionar la credibilidad de sus discursos.
Es ciertamente por un condicionamiento histórico que los intereses particulares son percibidos por los sujetos como un inobjetable interés general, pero es necesario que existan operadores permanentes que apuntalen esa ingeniería del engaño y reparen las grietas que se perciben en la superficie, a simple vista, sobre todo en momentos de crisis. Ese trabajo de albañil del statu quo es el que tristemente realiza Eliaschev junto a un ejército de mediocres jornaleros de medios de comunicación.

Como siempre, hay que saber quien es quién, pero fundamentalmente, a que intereses sirve.
La vida muchas veces porta una dosis tan elevada de ironía, que vale la pena que nos detengamos a contemplarla. El actual sionista y conservador, Pepe Eliaschev, decadas atrás fue destacado escriba de una mítica publicación llamada "Cristianismo y Revolución". ¿No es acaso maravilloso?.

MS