viernes, 11 de mayo de 2012

YPF "El Estado y La Vaca Muerta"

Agrupación “La Vaca Muerta”


La noticia, convengamos, superó las expectativas de la mayoría. Si por algún momento se pensó que el gobierno necesariamente debía tomar ciertas determinaciones trascendentes respecto a Repsol-YPF, ante un escenario en el cual el descalabro energético comenzaba a evidenciarse demasiado, ninguno sin embargo, podía suponer que la decisión fuera la lisa y llana expropiación de Repsol con el consiguiente establecimiento del 51% bajo gestión estatal.
Inmediatamente conocida la noticia, un ejército de paladines del establishment salió al combate dispuesto a dar la pelea cuerpo a cuerpo en defensa de los modales burgueses. Las banderas de las decadentes divisiones de combatientes fueron las mismas de siempre; “la seguridad jurídica”, el “aislamiento del mundo” y “espantar a las inversiones”.

Entre ridículos y patéticos, la sociedad argentina concurrió al espectáculo de ver a periodistas y militantes de las corporaciones en la soledad del suplicante, llorando por unos intereses ajenos y saliendo al aire dispuestos a inmolarse con la editorial de sus medios en la mano.

Medios argentinos reproduciendo hasta el hartazgo titulares de medios de la derecha española (es decir, el ala derecha de la derecha): expertos en el arte del saqueo, escandalizados y sollozantes como vírgenes violadas porque les fue quitada la gallina de los huevos de oro (negro), proferían entre lamento y advertencia, alguna que otra amenaza propia del que tira un manotazo antes de ahogarse en sus propias sandeces. Todo esto fue conscientemente reproducido por los principales medios periodísticos de aquí, acompañado por el oportuno desfile de economistas liberales profetizando el próximo y garantizado fin de la Argentina luego de haber tomado la infame decisión de morderle la mano al capital nuestro de cada día.

A esta altura, ya no debiera sorprender la persistencia en el patetismo de aquellos que están acostumbrados a recibir los cachetazos de la voluntad popular. Lo que sí sorprende es que no atinen siquiera a un reacomodamiento reflejo (y oportunista) luego de haber dado ese triste espectáculo en soledad como garantistas del statu quo.

A pocos días de iniciado el combate a punta de tapa de diario y de editoriales televisivas, fueron sólo algunos los que advirtieron –perspicaces- que la enorme mayoría de la sociedad les había dado la espalda por completo y que, en efecto, la medida recogía un gran apoyo social. El resto, perseveró en su autismo reaccionario.

El evento que sin dudas reflejó el clímax del apoyo popular, ocurrió el día jueves 3 de mayo en el Congreso de la Nación cuando una multitud de militantes, intelectuales, personalidades y simpatizantes colmaron el palacio legislativo por dentro y por fuera, aguardando la aprobación del proyecto de ley y otorgándole un marco de batalla épica a una medida sin dudas progresiva, mientras en las redacciones y los estudios, algunos profetas de la catástrofe se retorcían en la miseria de su resentimiento e indignación.

Vaya pues mi contribución a aquellos salmones del capital que nadan contra la corriente popular: echada a perder cualquier esperanza depositada en la oposición, lo que la coyuntura desnuda es la carencia de una agrupación política que represente fielmente los intereses que los movilizan y los proyecte hacia el futuro. Algo un poco mas orgánico que Plataforma 2012 pero con menor perfil intelectual (si lo que se pretende es atraer a las masas de brutos que el oficialismo parece llevar de las narices). En torno a esos intereses, Tocqueville por ejemplo, decía que el factor mas importante en la historia es el resentimiento, con lo cual la agrupación arrancaría desde el vamos con grandes perspectivas. La misma bien podría llamarse “La Vaca Muerta”, en honor al yacimiento estrella “confiscado”, y en cuyo nombre se sientan identificados los fósiles sollozantes atrapados bajo la roca de la historia.


Sobre el Estado


Entre los motivos que llevaron a la expropiación de Repsol, desde luego debe contarse el fracaso de la política energética del gobierno al intentar que los capitales privados actúen con una racionalidad de la cual carecen, y despojados de la voracidad depredatoria capitalista.

A tales efectos, la medida, si bien tardía, es absolutamente acertada y esconde en ella el reconocimiento implícito de que el capitalismo no funciona bajo parámetros que tiendan a satisfacer el interés público o el bienestar general. Y acá estoy obligado a detenerme: ¿Es el Estado, entonces, el garante del bienestar general? ¿Es la materialización del interés público? Llegar a una respuesta para esos interrogantes demandaría previamente nadar sobre densos ríos de tinta de debate teórico al respecto.
En lo particular no creo que la discusión pueda ser contenida en el antiquísimo (y no tanto) debate entre concepciones hegelianas y marxistas sobre el Estado, sin pasarlo previamente por el tamiz de lo histórico y lo coyuntural. Efectivamente, el Estado Moderno tiene un carácter de clase. Es el “capitalista colectivo ideal”, tal como lo definía Engels, en tanto su mera existencia cumple la función de reproducir –en términos generales y mas allá de afectaciones particulares- una relación social y un modo de producción determinado: el capitalismo. Esta afirmación, a priori, impide asumir la concepción instrumental del estado, es decir, un estado como “instrumento” para ser utilizado por la clase o fracción de clase que lo ocupe, en función de sus respectivos intereses.

Asumido esto y en relación a las posiciones de izquierda, parecería inevitable abrazarse a la teoría, convertirla en dogma y no soltarla hasta ver el soviet en la puerta de nuestra casa construyendo el nuevo Estado Obrero emancipado. Pero esa sería la mejor manera de actuar políticamente para que nada cambie. Lleva en su interior el rechazo y la negación a lo progresivo y lo transicional, ya sea en el plano material como en el de la conciencia de los sujetos. Praxis política autista y ahistórica, deja de ser praxis y se convierte en monólogo solitario de voluntaristas. El axioma del “todo o nada” sólo puede resultar efectivo cuando uno se dispone a apostar en el casino, pero no para actuar políticamente si lo que se pretende es transformar la realidad, una realidad que es compleja y contradictoria. El “todo o nada” pocas veces conduce al “todo” y generalmente da por resultado la “nada”. Y no se trata de modo alguno de renunciar a la transformación revolucionaria de la sociedad, si no de avanzar políticamente sobre una realidad legada y construir desde sus propias posibilidades, horizontes y limitaciones históricas.
Desconocer matices es, en efecto, síntoma de ceguera política e incapacidad de proyección estratégica para construir una alternativa de poder transformadora.

Disminuyendo un poco el nivel de abstracción, es cierto también que los capitalistas españoles no contribuyen demasiado a abonar la tesis del capital como camino hacia el bienestar general: lo que para un capitalista promedio del “business world” es la explotación bajo la premisa de una acción “egoísta, racional y maximizadora”, para el burgués español parece significar “egoísta, criminal y vaciadora”, tal es la experiencia que de la gestión de Aerolíneas y de YPF nos queda como conclusión.

En términos políticos constituyó, de hecho, una jugada magistral que volvió a catapultar la imagen de la Presidenta Cristina Fernández a niveles de aceptación y simpatía altísimos, similares a los días siguientes al abrumador triunfo electoral de Octubre, y que hasta entonces venía lesionada, principalmente, por el impacto social que significó la masacre de Once.

Pero el análisis político debe, necesariamente, ir mas allá del impacto y de la capitalización política inmediata. No hay que ser ingenuos y despojar a la política de sus responsabilidades y competencias: en primer lugar por ser parte fundamental de la política de entrega durante la era privatista, y en segundo lugar por dejar las empresas públicas en manos de profesionales del vaciamiento como lo fue en el caso de Aerolíneas y como lo es en el actual caso de Repsol-YPF, en el cual durante los años de operación en el país se han dedicado a expoliar el subsuelo argentino llevándose montañas siderales de dinero a cambio de invertir lo mínimo indispensable para mantener la estructura de saqueo, en vez de –soñemos juntos- haber invertido lo necesario para mantener o incrementar el número de reservas o, al menos, no haber perdido la capacidad de autoabastecimiento, lo que ahora nos obliga a nosotros, país productor de hidrocarburos, a tener que importarlos.

En este contexto –y ya fuera de discusión el carácter estratégico que los hidrocarburos representan para una nación- es oportuno preguntarse si el actual escenario permite avanzar de modo tal que la totalidad de la empresa (y de las empresas petroleras) quede bajo control estatal, tal es el planteo de las corrientes y partidos que se ubican a la izquierda del gobierno.
En ese caso, considero que el principal escollo que enfrentaría el gobierno es el de la magnitud de la inversión que debiera realizar para que la misma funcione eficientemente y aumente sustancialmente su producción (diversos analistas coinciden en que la inversión a realizar durante los próximos 4 años sería de alrededor de 40 mil millones de dólares, incluyendo en ésta lo que demandaría explotar el yacimiento de Vaca Muerta, que requiere una tecnología muy avanzada y desde luego, carísima). Sólo en este contexto cobraría vigencia la participación privada; es decir, en tanto aporte las inversiones necesarias para emplazar la infraestructura que nos permitan llevar a cabo una explotación eficiente de nuestros recursos.
Y esto último es de vital importancia ya que es en ese campo en donde se va a dirimir la disputa ideológica que subyace a toda esta cuestión: una explotación eficiente de recursos propios necesariamente debe significar en un beneficio material y no meramente simbólico para todos los argentinos. Esto es, por ejemplo, un precio de toda la gama de combustibles accesible para los sectores populares y un buen acceso a los mismos en cualquier rincón del país, a partir de un incremento en el volumen de la producción.
De lo contrario significaría una claudicación ante el argumento liberal privatista acerca de la gestión económica de empresas estratégicas a manos del Estado, que utilizaría oportunamente cualquier indicio de impericia, publicitándolo como fracaso, y haciéndolo funcionar como dispositivo legitimador de la ideología que se enmascara tras el discurso de los que sostienen que la gestión económica de los recursos está al margen de cualquier ideología y que por lo tanto, éstos deben quedar en manos de los únicos capaces de gestionar de manera “razonable” y “eficiente” por estar exentos de cualquier contaminación política: las empresas privadas.
Convengamos que en el campo del petróleo, esto último constituiría la excepción y no la regla, ya que las principales petroleras del planeta, las mas grandes y las que mas ganancias reportan, tienen una participación estatal mayoritaria.
El camino emprendido es el correcto, dentro de los pocos simpáticos confines de las posibilidades. El Estado comienza a recuperar su centralidad (para el gusto de algunos, entre los que me incluyo, muy lentamente) Pero si de recuperación se trata, hay unas cuantas urgencias anotadas en la lista: eléctricas, telefónicas, mineras y –fundamentalmente- ferrocarriles.
¿Se extenderá el horizonte de la recuperación?

viernes, 24 de febrero de 2012

Tragedia de Once: Criminales y Parásitos

Resulta verdaderamente difícil esbozar algunas líneas sobre la tragedia ferroviaria de Once sin que las mismas reflejen la bronca incontenible y el profundo dolor por la pérdida de vidas humanas.
Sobre todo cuando hay que lidiar con lo que constituye una verdadera provocación de parte de los titulares de la concesión del servicio ferroviario del Sarmiento, la casta parasitaria de los Cirigliano, que salieron a decir ni bien ocurrido el accidente y con los cadáveres aún tibios, que el servicio del Sarmiento es “aceptable”.
A eso no hay que dejar de sumarle el patetismo del Secretario de Transporte Schiavi, delirando ante los medios sobre lo que podría haber sido esa masacre de trabajadores si el accidente hubiera ocurrido un feriado... Demencial.

El cuerpo de delegados del Sarmiento, combativo, antiburocrático y enfrentado a la patota criminal de Pedraza, viene sosteniendo incansablemente en cada intervención pública a través de sus principales representantes y dirigentes como Sobrero y Reynoso, que el servicio que brinda la línea Sarmiento es malo, ineficiente y riesgoso, precisamente porque su concesionario, Cirigliano, está llevando a cabo una política de desinversión y vaciamiento, al tiempo que embolsan mensualmente los siderales subsidios que les transfiere el Estado Nacional.
La catástrofe fue posible gracias a un mix imbatible de codicia empresaria, corrupción institucionalizada e inoperancia en la gestión de lo público.
Finalmente, la denuncia profética de Sobrero y Reynoso se cumplió y hoy hay que lamentar la pérdida de 50 seres humanos.

Pero también constituye una nueva -y espero que última- oportunidad para que nos detengamos a pensar qué ferrocarriles y qué servicios de transporte público queremos en nuestro país.
Ya ha sido demostrado con creces que los empresarios operan los servicios públicos con un criterio cuasi colonial, extractivo y parasitario, que desprecia la vida humana, y que pondera la maximización de beneficios incluso a costa de poner en riesgo la vida de las personas que los utilizan.
El replanteamiento deberá comenzar por la redefinición de lo que constituye un servicio público, en donde lo que habrá que definir es si toleraremos que los mismos sigan constituyendo el botín de un puñado de criminales (o en el mejor de los casos, un negocio en el que operan con un criterio orientado a la obtención de ganancia), o si bien, queremos que los servicios públicos del país estén orientados a satisfacer las necesidades de los ciudadanos en su mas amplio sentido. En relación al transporte, esto es; viajar seguro, cómodo y llegar a destino al menor costo posible que el Estado pueda garantizar.

El papel del estado en esto es fundamental e indelegable. Deberá renunciar a su actual rol de subsidiario de la ganancia empresaria, y convertirse en actor protagonista, poniendo bajo su órbita la operación de los ferrocarriles constituyéndose en el garante financiero de su funcionamiento.
Y también ha quedado demostrado que son los propios trabajadores y los usuarios, mejores que nadie, los que están en condiciones de garantizar que la operatividad de los mismos sea eficiente y segura.
Este potencial esquema de gestión puede suscitar ciertos temores en relación al riesgo de una distorsión en los roles de cada actor y, fundamentalmente, en cuanto a una posible burocratización de las estructuras encargadas de llevarlo a cabo, pero ello no implica objeción alguna a la indiscutible necesidad de arribar a una nueva forma de gestión de lo público, moderna, innovadora y democrática, que integre a los actores sociales involucrados y garantice un óptimo funcionamiento del transporte público nacional.
Reestatización de los ferrocarriles bajo control de sus trabajadores y de los usuarios debiera ser la consigna que sintetice las implicancias del debate urgente y necesario que como sociedad debemos darnos.


MS

jueves, 23 de febrero de 2012

El Kelper tiene quien le escriba

Esta semana un grupo de intelectuales, aparentemente de procedencia argentina, ha publicado un documento postulando “una versión alternativa sobre Malvinas”.

Generalmente uno tiende a pensar que existen ciertos límites que los cegados por el resentimiento no están dispuestos a atravesar cuando ejercen su antikirchnerismo, pero claramente este no es el caso.
Los multimedios que publicaron dicho documento contribuyeron a militar su difusión aprovechando el carácter provocador y desafiante del mismo, en sintonía con lo que al parecer consideran un golpe a la política oficial, apoyada en gran parte por sectores de la oposición. También, -hay que decirlo- tuvieron la bruta cortesía de nombrar “intelectuales” a un grupo de escribas entre los que se hallan Jorge Lanata, Pepe Eliaschev, Gustavo Noriega y el diputado y profesor de gimnasia Iglesias. Todo un detalle.
Revestiría cierta gravedad si no fuera porque se trata de una expresión de un grupo marginal de rabiosos antioficialistas, y que no tiene correspondencia en el seno de la población.

Puntualmente, el documento hace un llamado a respetar un criterio de autodeterminación de los que habitan las islas “por generaciones”, incluso “antes de que nuestros ancestros llegaran” a la Argentina como inmigrantes. Dicen respecto a los kelpers que “respetar su modo de vida implica abdicar de la intención de imponerles una soberanía, una ciudadanía y un gobierno que no desean”.
¿Ninguno de los que suscribe el documento pensó quizás que jamás desearán tener otro gobierno que no sea el inglés, precisamente porque constituyen una población inglesa transportada hacia un territorio de ultramar para ocuparlo? Al parecer no.

No hacen falta demasiadas luces para advertir que el criterio de “autodeterminación” de las poblaciones resulta obsoleto al pretender aplicarlo en territorios usurpados.
Sucedió algo similar en Gibraltar en 1967 cuando se llevó a cabo un circo electoral que simuló ser un plebiscito para definir la suerte de la población del peñón que, naturalmente y para sorpresa de pocos, decidió mantener el vínculo colonial con Gran Bretaña. En 1968 una resolución de la ONU, (al parecer, órgano patriotero y chovinista al servicio de la intempestiva España) hace caso omiso del resultado de dicho plebiscito y vota a favor de que se reintegre dicho territorio a España, reconociendo su soberanía sobre éste.
Solo una estupidez sin límites dejaría de advertir que una potencia colonial, generalmente, tiene la precaución de ocupar sus territorios conquistados, en mayor o menor medida, con su propia gente, la que será portadora de los rasgos consuetudinarios, culturales e identitarios de la nación de la cual provienen. Esto constituiría una característica necesaria para que una colonia se precie de ser tal.
La otra opción es el sometimiento y la coerción de las poblaciones originarias. Pero ese no es el caso de Malvinas.
Es por ello que la propuesta que enarbolan en dicho documento, como si se tratara de una innovación lúcida, moderna y despojada de concepciones arcaicas, se constituye de hecho en una legitimación del colonialismo en pleno siglo 21.

Aunque para los afiebrados demócratas eurocentristas que suscriben dicha propuesta suene poco simpático admitirlo, cuando se discute soberanía, importa poco la opinión de los que cumplen la tarea de ocupar el territorio en nombre del colonizador.
Insólitamente, pretenden subordinar la soberanía a los “deseos” de los kelpers, es decir, los derechos legítimos sobre un territorio a los deseos que tengan sus ocupantes de entregarlo.

Al parecer, este grupo autóctono de filobritánicos, justifican tamaña claudicación a la corona por temor a claudicarle al fantasma del nacionalismo patriotero, del que se apuran acertadamente a escapar despavoridos. Es decir que temiendo claudicarle al fantasma del nacionalismo chovinista del que -aseguran- fuimos víctimas hace 30 años, optan por claudicarle al imperio británico. Esa constituiría la "visión alternativa" sobre Malvinas que tienen para ofrecernos.
Y no por descabellado que parezca deja de ser tristemente cierto: Ni bien fue publicado el documento, fue reproducido por medios británicos como el telegraph, en lo que fue entendido como un guiño a las pretensiones coloniales inglesas siendo hábilmente presentado como la demostración de que, en el plano político nacional, existían grietas respecto a la causa Malvinas y que por ende, no constituía una verdadera y sólida “política de estado”.

Ciertamente es lamentable y patético que un grupo de opositores al gobierno –y que están en su pleno derecho de ejercer la mas intransigente de las oposiciones- por impotencia o resentimiento, se constituyan de hecho en una comisión argentina de defensa de los intereses británicos, y sean los artífices de un destello de cipayismo cuyo propósito fue el de amplificar la pretensión de los kelpers sobre parte de nuestro territorio nacional ocupado.
Pero el hecho de que lo hagan sosteniendo argumentos tan limitados y precarios, debiera también servir como indicador de su impotencia intelectual y de la estrechez de sus horizontes.

Las Malvinas estarán mas cerca de ser recuperadas en tanto se constituya efectivamente en una causa nacional, se difunda masivamente su historia y con ello, las razones histórico-geográficas que sustentan los reclamos nacionales sobre dicho territorio.
Considero que la educación y la concientización, acompañada por una política de estado coherente y sostenida en el tiempo en el campo diplomático, mas una respetable capacidad de disuasión en materia de defensa, son constitutivas de una estrategia anticolonial que tenga ciertas perspectivas de éxito en el mediano o el largo plazo.
Es en ello en lo que debemos abocarnos.

MS

viernes, 17 de febrero de 2012

Eliaschev: Persistir en la banalidad

Hace unos meses, bajo el título de "Infelicidades", Pepe Eliaschev publicó en Perfil una autentica y demencial apología del ajuste. Costaba leerlo, les aseguro. Sobre todo porque algunos aún se refugian tras la desvencijada etiqueta del progresismo y la socialdemocracia, lugares los cuales -aparentemente- resultan ser los mas propicios para maquillar sus claudicaciones.
En esa editorial del día 6 de Noviembre, Eliaschev no ahorra tinta en aproximaciones de amateur y sin sustento para justificar su propuesta "progre" ante un escenario de crisis económica global. A saber: "...Trabajar más horas por día y/o más días por semana, pagar más impuestos, recortar franjas del gasto público corriente, jubilarse más tarde, evitar que los salarios crezcan más que la inflación y los precios, y administrar de manera más prudente el ejercicio de ciertos derechos sociales". López Murphy seguramente no quisiera compartir un espacio político con un militante de la ortodoxia tan radicalizado y de tan precario tacto político.

Eliaschev no dice a qué racionalidad invoca para despacharse con su sanata conservadora, y sólo -para justificar su moción de ajuste- evoca a la Revolución Cubana y a los recientes recortes de beneficios sociales que se llevaron a cabo en algunos sectores sociales para dar oxígeno a una economía que padece mas la asfixia del burocratismo que las limitaciones económicas en sí mismas. Tampoco sospecha siquiera que una pudiera ser producto de la otra. Todo es lo mismo.
Nuestro amigo persiste en su banalidad de escriba pudiente, cuando insiste en señalar que el capitalismo -como lo hizo en el programa de televisión del cual es panelista en Canal 26- es sin dudas un sistema exitoso porque supo prevalecer por sobre las experiencias socialistas, ya sean las soviéticas, como las chinas o las vietnamitas.
En resumidas cuentas, el capitalismo es exitoso por el nada despreciable mérito de reinar sobre la faz de la tierra como amo y señor de todos los mortales. Efectivamente el mundo es un lugar maravilloso en el cual los desnutridos que lo habitan aún no tuvieron la posibilidad de enterarse.
Al 2005, 1400 millones de seres humanos vivían con menos de 1,25 dólares diarios. Estos datos son arrojados por la ONU y no por Raul Castro. Otro dato desalentador para nuestro converso y apologista de la libre empresa, es que, en todo el mundo, 1 de cada 5 trabajadores y sus familias, viven en la pobreza extrema.
La pregunta que deberíamos hacernos ahora es, ¿por qué nuestro sensible demócrata no se conmueve ante tamaña injusticia?
Pepe Eliaschev no puede detenerse en esos detalles sin necesariamente cuestionar al capitalismo como sistema económico global, algo que evidentemente, no le interesa demasiado hacer.

En esta época de crisis global capitalista, opta por profundizar su claudicación de arrepentido, de la mano de los socialdemócratas europeos (como aquellos del PSOE), taladrando con la retórica del ajuste a partir de la apelación a una especie de criterio universal económico. Nada mas despolitizante para el agitador empedernido del "acuerdo" y del "consenso". Eliaschev está convencido de que la economía es, en efecto, una esfera que se ubica por encima de la política, y que las determinaciones de ésta son adoptadas bajo un criterio de racionalidad "técnica" que no admite incumbencia política de ningún tipo. A partir de dicho axioma, el neoliberalismo pudo llevar a cabo las denominadas "reformas estructurales", la desrregulación financiera y los desmantelamientos productivos.
Cinismo o estrechez intelectual, a esta altura da lo mismo. Eliaschev corona su ya lejana renuncia a las causas populares haciendo fuerza para erigirse como paladín autóctono de los intereses de la selecta minoría de parásitos que tienen el privilegio de vivir del trabajo ajeno. Su actitud de converso resentido lo lleva a persistir en la banalidad argumentativa y en la superficie del pensamiento: ha perdido el interés por un verdadero debate político y se ha prestado a hacer el trabajo sucio como triste justificador de los ajustes que se descargan en el mundo entero sobre las espaldas de los trabajadores.

Hace pocos días, Eliaschev volvió embelezado de su viaje por Israel. Entre loas a la profunda libertad que se respira en la tierra prometida, el demócrata incomprendido olvidó mencionar las innumerables denuncias que pesan sobre el estado israelí por la aplicación de la tortura a detenidos acusados de "terrorismo". La ONU y Amnesty Internacional (organización stalinista si las hay) vienen advirtiéndolo sistemáticamente, pero al parecer aún no gozan de una credibilidad suficiente para ser tomadas por serias por nuestro amigo periodista. Patético y lamentable.

Sinceramente resultan indignantes los sucesivos intentos de algunos periodistas de instaurar -cantando a coro- un criterio de normalidad despolitizado y ajeno a cualquier ejercicio de crítica que tenga como horizonte cuestionar el actual estado de cosas y en particular las actuales relaciones de dominación. Se trata de una permanente e incansable operación superestructural, en el plano de la conciencia de los individuos, que tiene como propósito apuntalar un ya desvencijado statu quo. Fuerza de choque reactiva y conservadora, defienden aquellos intereses particulares y ciertamente poderosos que no conviene desenmascarar para no lesionar la credibilidad de sus discursos.
Es ciertamente por un condicionamiento histórico que los intereses particulares son percibidos por los sujetos como un inobjetable interés general, pero es necesario que existan operadores permanentes que apuntalen esa ingeniería del engaño y reparen las grietas que se perciben en la superficie, a simple vista, sobre todo en momentos de crisis. Ese trabajo de albañil del statu quo es el que tristemente realiza Eliaschev junto a un ejército de mediocres jornaleros de medios de comunicación.

Como siempre, hay que saber quien es quién, pero fundamentalmente, a que intereses sirve.
La vida muchas veces porta una dosis tan elevada de ironía, que vale la pena que nos detengamos a contemplarla. El actual sionista y conservador, Pepe Eliaschev, decadas atrás fue destacado escriba de una mítica publicación llamada "Cristianismo y Revolución". ¿No es acaso maravilloso?.

MS